La música es una excelente compañera. Puede acompañarnos en una fiesta, potenciando la alegría, o bien secundarnos en momentos de mayor introspección. Afortunadamente, esta expresión artística puede, también, favorecer el acercamiento al mundo de los chicos, constituirse como un puente que favorezca su socialización, su confianza, sus capacidades intelectuales y sensoriales. Es una disciplina muy útil para trabajar con pacientes con algún problema cognitivo, motor, por eso es tan enriquecedor para niños con discapacidad, y por este motivo desde Zona de Sentidos acudimos a conversar con la licenciada en Musicoterapia Patricia Varela, que estudió en la Universidad del Salvador, ejerce la profesión desde 1997 y desde ese momento siempre trabajó con chicos.
“El espacio de Musicoterapia es un espacio de trabajo terapéutico que se basa en el hacer con la música y sus elementos (sonido,silencio, ritmo, melodía). Un hacer que se compone entre el musicoterapeuta y el niño, en ese intercambio entre ambos. Trabajamos con el sonido y sus parámetros (intensidad, altura, duración, timbre), el cuerpo y el movimiento, la ejecución de instrumentos musicales, canciones, audición de música editada y diferentes elementos, como títeres. A partir del trabajo en y con el lenguaje sonoro-musical se busca desarrollar potenciales expresivos, promover aspectos saludables, fortalecer recursos subjetivos disponibles para mejorar la calidad de vida”, contó la musicoterapeuta.
¿Qué se trabaja en las sesiones de musicoterapia?
El trabajo está orientado a construir la escucha, que requiere de elementos indispensables como el silencio, la espera, el intervalo,el tiempo. Hay que dar lugar al silencio y a la espera para poder escuchar por dónde circula el niño, lograr pesquisar el detalle que lo hace singular y a partir de allí componer juntos, con lo posible, teniendo en cuenta sus necesidades. Un hacer con lo que el niño trae para poder introducir, de a poco, pequeñas variaciones y enriquecer su producción sonora. Las intervenciones serán distintas según el momento del tratamiento, las necesidades de cada niño y su subjetividad. El trabajo tiene un enfoque en lo singular, en el detalle de cada uno, en el caso a caso, vez a vez.
Cada encuentro es una escena lúdica con pequeños recortes. Algo aparece en el niño (gesto, sonido, movimiento, silencio). El musicoterapeuta toma aquello que allí acontece y a partir de ahí se construye el intercambio, un ida y vuelta. Es en ese ir y venir que se va armando un proceso en el tiempo.
“Con respecto a la relación con los padres, mi función es orientarlos en lo que estamos trabajando con el niño, contarles por dónde transita el tratamiento”, contó Varela, que desde hace diez años integra el Equipo Asistencial El Duende, que brinda atención integral a niños,adolescentes y su grupo familiar, coordinado por la licenciada Graciela Currás.
Por último, a modo de cierre, nos quedamos con la reflexión que puntualizó la profesional: “A los niños los convoca el sonido y la música. Es una vía de entrada, una posibilidad de hacer lazo con el otro y con el mundo. En un tiempo y espacio de confianza y respeto, de espera y silencio, de estar atentos a lo que allí acontece, de alojar al niño con todo lo que trae. Componemos una obra única, singular, con detalles que le son propios, con variaciones que se irán introduciendo en el tiempo. La escucha y el lenguaje son una construcción, y desde la musicoterapia trabajamos en esa construcción”.
Mi hijo ha tenido varias profesoras de musicoterapia y realmente es increible la respuesta, alegria, aumento de autoestima, como forma de comunicacion y disfrute. En su caso, que es hiperactivo ayudo mucho que las terapeutas fueron muy ludicas , activas y expresivas. Tambien utilizando junto con la musica , el movimiento.