La Asociación Argentina de Actividades Ecuestres para Discapacitados (A.A.A.E.P.A.D) es una entidad de bien público sin fines de lucro que, desde 1978, ayuda a mejorar la calidad de vida de las personas con distintas discapacidades y también a su integración en la sociedad. Lo hacen a través de la equinoterapia, una actividad terapéutica que “utiliza al caballo como medio de rehabilitación dentro de un marco formado por un equipo multidisciplinario”, arrancó explicando María de los Ángeles Kalbermatter, fundadora de esta asociación, a Zona de Sentidos. Junto a ella se desempeña un equipo de casi 30 personas y cuentan, además, con 25 caballos.
Entre los profesionales que trabajan mancomunadamente para aprovechar los beneficios terapéuticos del animal e impulsarlos en la rehabilitación: “Hay un instructor de equitación, quien se encarga entrenar, adiestrar al caballo y elegir las cosas que se van a hacer. También está el kinesiólogo, el psicólogo, un profesor de educación física y los auxiliares de pista”, describió esta profesional que hace 36 años se dedica a esto y además brinda charlas en escuelas y con médicos.
En este momento más de 60 obras sociales están cubriendo el tratamiento. Y si bien en A.A.A.E.P.A.D no son prestadores directos, los padres pueden tramitar el reintegro correspondiente. También se brindan becas y tienen filiales en todo el país. En capital federal están en el Hipódromo de Palermo, en avenida Libertador 4489. En la institución también se brinda capacitaciones, se organizan cursos, jornadas educativas gratuitas e incluso se invitan a distintos colegios a pasar el día y conocer de qué se trata este bello mundo que aprovecha armónicamente las bondades de la naturaleza.
¿Qué beneficios tiene la equinoterapia?
Ayuda a mejorar el equilibrio, la coordinación, a que las personas se puedan mantener erguidas, al fortalecimiento de los músculos y en la comunicación, entre otras cosas. Es una felicidad muy grande la que se siente. Para muchos la posibilidad de salir de la silla de ruedas una vez por semana no tiene precio. Para el crecimiento de una criatura es fundamental el juego y la movilidad. Es una actividad que demanda de muchísimos recursos humanos. Al niño, que no tiene equilibrio, lo asiste desde abajo una persona que es la responsable, a cada costado va otra para que no se pueda caer y en algunos casos puede llegar a haber una cuarta asistiendo desde arriba. El mínimo son tres personas. Los auxiliares de pista a los que uno prepara para dar una mano son fundamentales y son siempre voluntarios. Incluso aprovecho para hacer la invitación para aquel que tenga un tiempito en la semana y quiera venir a colaborar.
¿Y cómo se procede, para aquellos que no conocen?
Como en todos los deportes primero se necesita una entrada en calor. Esta se hace adentro del gabinete, con el profesor de educación física o el kinesiólogo, o bien directamente con el caballo. Después hay un momento para el vínculo con el animal, para acariciarlo, peinarlo. Aunque en realidad el vínculo se da toda la jornada. Antes, durante y después, desde abrazándolo que forma parte de los ejercicios, hasta acostarse sobre la grupa, bañarlo y darle de comer. No todos los alumnos hacen lo mismo porque no hay dos chicos iguales. Así podría ser una jornada estándar. El trabajo arriba del caballo permite mejorar el equilibrio, la ubicación espacial, la lateralidad. Y al terminar la clase el niño baja y lo alimenta.
¿Cuál es el rol de la familia en esta terapia?
Tiene un rol fundamental. El éxito, no sólo en esta terapia, pasa porque la familia tenga la perseverancia de llevarlo siempre. Porque si lo llevan un día y después porque llueve o hace frío falta tres semanas no sirve. Es lo mismo que aquel que realiza cualquier disciplina deportiva o intenta adquirir habilidades artísticas. Sin perseverancia es imposible. Esta actividad, que es diferente a otras, integra mucho más. Con el caballo en la misma clase puede participar una persona no vidente, un niño con síndrome de down, una persona amputada y alguien que no tenga nada de eso. Toda la familia puede hacerlo y los integra. La mayoría de las veces es la madre quien acompaña al niño en las distintas terapias. Acá conseguimos que muchos papas se sumen. Tal vez porque está el hipódromo y los caballos, algo que podría estar más relacionado con la figura varonil. Aunque no soy socióloga ni psicóloga para explicarlo.
¿Recuerda algún caso especial de algún niño que haya logrado avances?
Todos. No hay uno solo. Acá hay personas que vienen desde hace 20 o 30 años. Te puedo hablar de los primeros alumnos con los que empezamos. Gabriel tenía una enfermedad progresiva llamada distrofia muscular de Duchenne. Él empezaba la clase acostado y el hecho de que lograra levantar la cabeza y pudiera andar derecho arriba del caballo era tocar el cielo con las manos. El esfuerzo de Gaby, que inauguró la bandera de la institución, era conmovedor. También está el caso de Daniel, con parálisis cerebral. Hoy el tema se conoce más. Pero hace 36 años decir que uno iba a andar a caballo era completamente inusual. Lo que el caballo hizo en ellos fue ayudarlos en la autoestima, a sentirse bien, a mejorar.
María de los Ángeles Kalbermatter es docente y profesora nacional de Música, tiene 64 años y amor por lo que hace. “Aplico todo lo que aprendí en esto y también me fui formando mucho. Fui becada, viajé muchas veces al exterior y todo el ambiente hípico me ayudó desde que empecé”, añadió la principal responsable de esta entidad, quien se animó a contar una historia de vida marcada por un sueño y el esfuerzo constante hasta alcanzarlo.
“Cuando era chica había un solo canal de televisión y los programas infantiles estaban protagonizados por animales. Le pedía a los Reyes Magos y a todo el mundo que me regalaran un caballo, pero nunca lo pude tener. Me gustaron toda la vida y fueron una gran respuesta cuando de un día para otro me confirmaron que tenía cáncer y que me tenían que amputar la pierna. En ese momento entré al mundo de la discapacidad como le puede pasar a cualquiera. Fui al Servicio Nacional de rehabilitación porque el deporte es lo que se recomienda. Ahí conocí a ‘Pocho´ Ramírez, quien me nombró todas las disciplinas que había y cuando terminó, coherente con mi infancia y adolescencia, le pregunté si había equitación”, recordó.
-“Noooo, eso acá no existe”, dijo y la cara que puso nunca me la voy a olvidar. “Eso lo podes encontrar en Europa y Estados Unidos”, agregó.
-“¿Pero cómo puede ser que en el país del caballo eso no exista?”, consulté.
“Ahí me di cuenta que eso era mí. Y se me ocurrió fundar la primera escuela de equitación para personas con discapacidad. No había bibliografía, ni Internet. Tenía todo en contra. La actividad no existía. En el ámbito de la salud me trataban de loca porque quería subir a los niños que usaban silla de ruedas arriba del caballo. Cuando me acercaba al ámbito deportivo y lo planteaba, con una pierna amputada, les resultaba muy extraño. Porque son de suma importancia las piernas a la hora de montar un caballo. Pero hoy, 36 años después, logré que esto se instale y que los profesionales de la salud estén derivando gente. Cuando uno está convencido e insiste mucho con lo que desea las cosas se consiguen”, concluyó, con un mensaje esperanzador.
El portal de la Asociación Argentina de Actividades Ecuestres para Discapacitados (A.A.A.E.P.A.D): http://www.aaaepad.org/