Tener un hijo con discapacidad suele colocarnos, a padres y a niños, en una vorágine de terapias semanales, con la certeza que es lo mejor para ellos, y sin duda, en los primeros años de su desarrollo lo es.
Terapia ocupacional, fonoaudiología, estimulación visual, musicoterapia, kinesiología, hidroterapia, equinoterapia… sin contar las visitas a distintas especialidades médicas, transcurren a lo largo de los días, semanas y años. La sensación es que esta agenda apretada llegó para quedarse y la realidad, es que seguramente así será. Solía estar atenta a nuevas terapias, a buscar alternativas a tratamientos o alguna otra especialidad que ayude a mi hija a progresar mas rápidamente en sus desafíos.
Pero un día me dí cuenta del poco espacio que le quedaba a Sofy para el juego libre, a su forma y a sus tiempos o para disfrutar de una caminata al sol o de jugar tiradas en el suelo a lo que surja, y poder así hacer contacto con ella sin la intermediación de profesionales. Es decir, pensar que es una niña en primer lugar que tiene derecho a jugar, antes que pensarla como paciente a rehabilitar y estimular.
Parece un detalle, pero no lo es. Pensar primero a Sofy como niña ante todo, me relajó porque puse un límite a lo “terapéutico”, me motivó a buscar mas espacios de diversión, me liberó de tensiones y mejoramos el vínculo y la comunicación. Sabemos que estamos haciendo lo mejor que podemos, ella y yo. Con esa tranquilidad, nos damos cuenta que nos merecemos tener nuestro lugar de disfrute compartido.
Además, el ocio tiene muy mala prensa porque se supone que aparece cuando las responsabilidades terminan, lo cual nos lleva a pensar que el disfrute esta habilitado cuando terminemos todo lo que tenemos que hacer y este deber a veces se alarga tanto que termina relegándose, con suerte, para el fin de semana.
Por eso, en este Día del Niño te invito a bajar un cambio, a compartir tiempo de juego con tu hijo, mirándose a los ojos sin que las rutinas se apoderen de ustedes.
Nuestros hijos no son pacientes a rehabilitar, son niños con pleno derecho a divertirse en libertad.
Daniela Briñon
mamá de Sofia y Clara
Directora de Zona de Sentidos